"Es increíble ver la emoción de los niños del orfanato de Nepal al oír una de las canciones de Bollywood en el violín", describe Malgosia Ziemkiewicz. La violista de música antigua de Zeanuri recorre el mundo con su grupo, y se escapa a Nepal o a Kenia para dar "particulares lecciones" de música a pequeños de esas latitudes.
No le mueve el expandir sus conocimientos musicales sino ofrecer "lo que tiene" a los que por el lugar donde han nacido no disponen de las mismas oportunidades. "Son niños que han sido abandonados. Los que más suerte tuvieron fueron abandonados en el hospital. Pero a muchos les dejaron en basureros. Están en orfanatos y el hecho de enseñarle algo privado a un niño, esos diez minutos de atención para él, vale muchísimo. Porque en esos centros les dan un cuidado general. Pero el niño necesita saber que alguien le va a apreciar lo que avanza", resume. Pero, ¿cómo una vecina de Zeanuri llega hasta Nepal o Kenia? "Mi novio está trabajando allí y le acompañé", responde Malgosia. De Asia a África, pero con un denominador común: los niños. "En Nepal, un nepalí ha creado un orfanato con quince niños para sacarlos adelante. Su intención es educarles", cuenta. Y hasta allí voló.
"Llegué con dos violines. Empezamos a hacer música", continúa. La experiencia fue tan enriquecedora que todavía sigue en permanente contacto con esos quince niños, que de cierta manera le robaron el corazón. "Sigo dándoles clase por Skype, un programa por el que puedes hablar gratis y tiene vídeo. Todas las semanas hacemos tres horas de clase con los niños. Los violines están ahí y están aprendiendo", reconoce.
Pero en Kenia las condiciones del orfanato son diferentes, ya que en Nepal no existen los procesos de adopción. Mientras que en el centro del país del Himalaya los niños son siempre los mismos, en África van rotando. "En Kenia tenemos clase de 8 a 12 de la mañana. Aunque no estoy todo el tiempo con el violín, porque hacen otras cosas, como estudiar las letras", aclara, pero a la vez precisa que "en el momento en que sacamos el violín, es una pelea por quién lo coge. Cada vez aprenden más. Cantan. Y en ese instante en el que están cantando no están pensando en otra cosa, no están peleándose por conseguir la atención. La música les ayuda a relajarse".
Musicoterapia Esa sensación que produce la música atrae a Malgosia, que se muestra como una firme defensora de la musicoterapia. "Creo que es algo que funciona. Es parte de lo que hacemos con los niños. Enseñar a escuchar para que te afecte, para que puedas cambiar, para que puedas viajar. Es intentar evadirte. Que se quede detrás, que puedas aprender que la música te lleva a otro sitio".
Para que la sensación de la ausencia de los padres no sea tan brutal para los pequeños, de entre dos semanas y dos años, en Kenia han organizado una especie de pueblo alrededor del centro. "El edificio en el que estamos nosotros, de 8 a 12 vienen 10-15 niños, pero luego tienen unas casitas. Y en cada casita hay una mujer que cuida de 8-10 niños, depende de cuantos haya en ese momento. Y les da la sensación como que van a la escuela. Luego tienen una escuela a la que van los niños del orfanato y niños de fuera. Los de fuera pagan y los del orfanato no", precisa.
Sin embargo, el factor económico también tiene su apartado. "Las madres de las casas tienen que crear o ayudarse entre ellas a crear una especie de negocio para obtener recursos económicos. Donde estoy yo, hacen bodas. Hay como un campo de fútbol que las escuelas y los niños del orfanato usan. Pero los sábados ponen carpas y hacen un montón de bodas. Ellos organizan todo: la decoración, la comida y hacen que el orfanato cree su propio dinero", cuenta.
diferencias culturales Ya no es sólo la distancia lo que separa Kenia y Euskadi, sino el abismo cultural. "Cuanto más esposas tenga el marido, más dinero tiene. Además, aquí no existen los anticonceptivos. La mujer tiene el niño y el marido le dice que o lo tira o él no lo puede mantener", explica entristecida.
La percepción que tienen las mujeres respecto a Europa también choca con la realidad social que se vive. "Dicen que somos muy egoístas porque tu felicidad es más importante que mantener una familia. Es una cultura machista", afirma Ziemkiewicz, que añade que "la mujer todavía no tiene muchas oportunidades de estudiar". El hecho de que un hombre pueda ser polígamo se traspasa a la sociedad donde las mujeres luchan por ser la primera esposa. "Si eres la primera, puedes elegir. Aunque tu marido traiga una segunda mujer, tú puedes decir no me gusta y no va a ser. La primera tiene más privilegios", relata.
Pero ni las diferencias culturales impiden que los más pequeños se evadan de una cruda realidad de la que apenas pueden escapar. "Algunos están viviendo con la sensación de que les dejaron morir y es muy difícil recuperarse", concluye.
Texto: Joana Pérez
Fuente: Deia.com
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